HOGAR SIN TÓXICOS
Venenos en casa: ¿dónde están?
El contenido químico de las casas actuales poco tiene que ver con el que tenían las casas de nuestros antepasados.
Dentro de ellas podemos encontrar un complejísimo cóctel de sustancias, muchas de las cuales pueden pasar a nuestros propios cuerpos.
Hay situaciones o dependencias donde pueden darse exposiciones intensas a sustancias, pero también, más frecuentemente, situaciones de exposiciones a tóxicos a baja concentración y a largo plazo, que pueden acabar erosionando la salud de forma más imperceptible, aunque más contundente.
¿Dónde se encuentran estas sustancias? ¿Cómo llegan a nuestro hogar? Básicamente a través de las siguientes fuentes de exposición:
[Aire]
El aire que respiramos en casa es una vía muy principal de exposición a contaminantes en el hogar.
Mucha gente está muy preocupada por cosas como la contaminación atmosférica urbana. Sin embargo, es más que probable que la contaminación del aire que más esté castigando nuestra salud no sea ésa, sino la que respiramos dentro de los edificios.
Los occidentales pasamos la gran mayoría de nuestro tiempo, dentro de espacios cerrados, como pueden ser, por ejemplo, nuestros hogares. Y la contaminación que puede haber dentro de un hogar puede ser varias veces superior a la que hay en una calle muy polucionada.
Es un hecho, conocido por la comunidad científica, que buena parte de nuestra exposición a contaminantes, se da en nuestros mismos hogares. Y ello es algo que de movernos a reflexionar y, sobre todo, a actuar.
Es mucho lo que podemos hacer en ése sentido, y sin las dificultades añadidas que podría tener el hacerlo en otros espacios cerrados, tales como los centros de trabajo, donde la voluntad individual necesita compaginarse con la colectiva.
En nuestro hogar pueden acumularse una ingente cantidad de agentes químicos nocivos procedentes de diversas fuentes.
[Agua]
El agua potable que llega a nuestras casas puede ser una fuente de entrada de tóxicos. Puede haber contaminantes no eliminados durante la depuración, sustancias químicas creadas como subprodutos de la cloración o tóxicos aportados por las conducciones.
También el agua embotellada puede presentar problemas, debido fundamentalmente a los materiales de envasado.
[Alimentos]
A través de los alimentos pueden hacer entrar en nuestras casas, y a nuestros cuerpos, toda suerte de contaminantes. Buena parte de ellos llegan en los alimentos mismos, en forma de contaminantes industriales, residuos de pesticidas, aditivos… Otros pueden proceder incluso de los materiales en los que se envasan o de los recipientes en los que se cocinan, por ejemplo.
Muchos contaminantes de los que nuestra sociedad industrial emite a la atmósfera o vierte a ríos, mares y suelos, pueden acabar integrándose en las cadenas alimentarias. Algunos de ellos tienden a ser muy persistentes y bioacumulativos y a concentrarse en niveles crecientes según se asciende por la cadena alimentaria.
Entre estos contaminantes se cuentan algunos que generan gran preocupación en la comunidad científica: dioxinas, PCBs, hexaclorobenceno, lindano, PCBs, DDE… algunos de los cuales llegan a nuestros cuerpos dominantemente a través de la alimentación.
Casi todos nosotros tenemos sustancias como estas como contaminantes en nuestros cuerpos. Y muchos estudios científicos asocian ésa presencia, frecuentemente a niveles «bajos» de concentración, con incrementos del riesgo de padecer una serie de problemas de salud.
Los alimentos pueden estar contaminados con residuos de pesticidas, con metales pesados, e incluso con sustancias migradas a ellos desde útiles de cocina, entre otras posibilidades.
[Higiene personal]
Muchos productos de aseo e higiene personal, así como perfumes, pueden contener sustancias perjudiciales.
Muchos de los productos de higiene y cosmética que aplicamos sobre nuestros cuerpos (champús, geles, cremas, desodorantes, cosméticos, etc.) y que utilizamos diariamente, pueden contener sustancias perjudiciales que penetran en nuestro cuerpo a través de la piel.
Otro problema son ciertas fragancias, que pueden contener complejas mezclas químicas que incluyan algunas sustancias tóxicas.
Cremas faciales, jabones, dentífricos, pueden incluir en su composición productos problemáticos, que en muchas ocasiones ni siquiera aparecen declarados en su composición amparándose en las leyes de secreto comercial.
[Productos de limpieza, insecticidas, ambientadores…]
Los productos de limpieza e higiene suponen una importante vía de entrada de tóxicos en el hogar. Tendemos a acumular en nuestro hogar una amplia variedad de productos químicos de limpieza muy fuertes sin pararnos a pensar qué consecuencias pueden tener para nuestra salud.
Los pesticidas domésticos, además de los compuestos que pueden liberar al ambiente en el momento de su utilización, con frecuencia pueden también originar una contaminación residual que persiste en nuestros hogares.
Por otra parte, los ambientadores domésticos liberan al ambiente un coctel de sustancias muy problemáticas, algunas de ellas cancerígenas. Tampoco debemos olvidar los sprays, que además del conocido problema de los CFCs (clofluorocarbonos), pueden contener sustancias como disolventes entre los que encontramos hidrocarburos preocupantes.
[Construcción y decoración]
Múltiples materiales o elementos de construcción y decoración pueden liberar sustancias tóxicas en nuestro hogar
Tanto los materiales con los que está construida nuestra casa, como los muebles o elementos de decoración pueden liberar sustancias tóxicas.
Por ejemplo, las placas de yeso o los paneles que recubren techos y paredes pueden liberar diversas sustancias tóxicas. Lo mismo ocurre con los materiales de aislamiento.
Alfombras y moquetas, pueden contener tóxicos como retardantes de llama, además de ser un sumidero de las sustancias químicas que contiene el polvo doméstico.
El mobiliario y las maderas también pueden contener compuestos nada deseables, como conservantes tóxicos o barnices que pueden liberar tóxicos.
[Otras fuentes de exposición]
Existen otros muchos productos a través de los cuales pueden llegar los tóxicos a nuestro organismo. La ropa que guardamos en nuestros armarios ha podido incorporar tóxicos en su composición en muchas partes del proceso de producción y comercialización.
Los plásticos, omnipresentes en nuestros hogares, pueden liberar numerosas sustancias perjudiciales. Uno de los ejemplos mejor conocidos y estudiados es la presencia de bisfenol A en el plástico utilizado para los biberones. Además, el plástico es uno de los materiales dominantes en los juguetes.
Numerosos aparatos eléctricos o electrónicos como televisores, móviles, portátiles, etc., pueden tener en su composición sustancias tan peligrosas como metales pesados o retardantes de llama.
Pilas, rotuladores, pegamento, plastilinas o velas son otros productos que debemos tener en el punto de mira.
[Campos electromagnéticos]
Vivimos en un entorno ultratecnológico. Los avances y descubrimientos científicos han incorporado a nuestra vida cotidiana tecnologías que nos hacen más cómodo el día a día. Pero también han alterado nuestro hábitat de una forma no prevista por nuestra evolución biológica natural. Nuestro organismo aún no ha desarrollado mecanismos adaptativos suficientes para sobrellevar esta exposición crónica cotidiana a los campos electromagnéticos artificiales.
El espectro de ondas electromagnéticas artificiales está compuesto por radiaciones ionizantes y radiaciones no ionizantes. Si quieres saber qué aparatos de uso cotidiano emiten cada tipo de radiaciones, utiliza este gráfico.
Los factores de riesgo artificiales presentes en nuestro entorno son:
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Los campos electromagnéticos de baja frecuencia: red eléctrica, líneas de alta tensión, instalaciones eléctricas, tren de alta velocidad AVE, pequeños y grandes electrodomésticos (lavadoras, frigoríficos, cocinas y hornos eléctricos, calderas de gas), transformadores urbanos, transformadores de aparatos eléctricos.
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Los campos electromagnéticos de alta frecuencia: hornos microondas, teléfonos inalámbricos DECT, routers WiFi, WiMax, Bluetooth, radar, teléfonos móviles, antenas de telefonía móvil, antenas emisoras de televisión digital terrestre TDT, repetidores de televisión.
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Los campos eléctricos continuos o electrostática: moquetas, cortinas, textiles y papeles pintados de materia sintética, lacas o revestimientos, entre otros.
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Los campos magnéticos continuos o magnetostática: piezas metálicas de camas, colchones, muebles, equipos eléctricos o electrónicos, vigas y otros elementos ferromagnéticos empleados en la construcción.
En definitiva, nuestra vida diaria está llena de aparatos y tecnologías de uso cotidiano, que están emitiendo radiaciones continuamente y que interfieren con nuestro propio bio-electromagnetismo vital. Hasta el más común de los electrodomésticos que tenemos en casa puede suponer, utilizado inadecuadamente, un factor de riesgo potencial para nuestra salud debido a la cantidad de ondas electromagnéticas que emite.
Conocer el funcionamiento de todos estos elementos de uso habitual es imprescindible para aprender a utilizarlos de forma correcta. Hoy en día no podemos prescindir de la tecnología, pero sí podemos adoptar precauciones sencillas y mantener una distancia de seguridad para minimizar los riesgos que conllevan las radiaciones artificiales.
La Organización Mundial de la Salud clasifica los campos magnéticos de baja frecuencias como posibles cancerígenos (grupo 2B) en 2002. Los campos de radiofrecuencia pertenecen al mismo grupo desde mayo de 2011.